martes, 5 de julio de 2011

Nada más que un sueño.

Ha sido un día largo, llegas a casa, y no tienes ganas de nada. Sólo de refugiarte en tu cuarto, encender el ordenador, ponerte los cascos, y desconectar. Estás cansado de lo mismo de todos los días, los mismos temas, las mismas caras, los mismos sitios... éste es el momento en el que te gustaría irte, no sé, lejos, hasta donde el tiempo te permita, hasta donde tus pasos quieran acompañarte. Subes la música a todo volumen y cierras los ojos, estás soñando. Sueñas con amaneceres madrugadores , con tardes caprichosas y en noches que no quisieras que se acabaran nunca.  Sí, esos amaneceres que te despiertan con su luz en verano cuando tienes la ventana tan abierta, que escuchas las risas del otro lado de la calle. En esas tardes en las que querías cada gesto para ti, en las que no había problemas, en las que los intereses no estaban. Y sí... en las noches infinitas. Aquellas en las que sonreías queriendo cada instante para ti, sin ser egoísta, pero solo para ti. En las que te tirarías toda la noche fuera, a lo loco, sin pensar en lo que viene más tarde. En las que tus amigos son el apoyo máximo, y tus palabras, tu mayor fuerte de convencimiento.
La música se para, tú te despiertas, desearías soñar toda tu vida.

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